Puesto que la persecución sería incesante y el objetivo no habría
de alcanzarse nunca y, dado que en ningún recodo de su biografía estaba previsto
que hallara el equilibrio y la paz, decidió ser excesivo en todo, intrepretar
numerosos personajes y sublimar su angustia en una pluralidad de delirios
humorísticos y sórdidos. Se definió a sí mismo como "perverso polimorfo,
rezagado y anarquizante", "blando, débil y repulsivo", aunque para conquistar
esta laboriosa imagen publicitaria antes hubo de salvar algunas pruebas
iniciáticas, y si el juego favorito de su primera infancia era vestir el traje
de rey, ya hacia sus diez años, cuando se pinta como El niño enfermo,
explora las ventajas de aparentar una constitución frágil y nerviosa.
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